PASCUAL MASTELLONE (1930-2014)

El adiós al patriarca de los alimentos

El fallecimiento del empresario, ocurrido el sábado, conmovió a todo General Rodríguez, la localidad que los Mastellone había transformado en una suerte de hogar ampliado, consiguiendo que todos sus habitantes se sintieran parte de una misma familia. Nadie necesitaba llamar por su nombre a La Serenísima, la compañía láctea que Don Pascual manejó durante más de 50 años. Era simplemente la fábrica, fuente de trabajo de operarios, administrativos, tamberos y fleteros, cuyos hijos iban a la misma escuela que los nietos del dueño de la compañía

Creó un imperio, una de las empresas lácteas más importantes de Sudamérica, de la nada. Y fue uno de los empresarios más importantes de la historia de la Argentina. Pero para los habitantes de General Rodríguez, el lugar donde nació hace 84 años, Pascual Mastellone era una figura tan admirada como cercana. Su muerte, ocurrida en las últimas horas del sábado pasado, provocó que miles de vecinos se acercaran a despedirlo. No sorprende que el lugar elegido para su velatorio haya sido la planta de la empresa, en el corazón de la ciudad.


Para varias generaciones de rodriguenses, se fue ayer un hombre muy querido. Al que durante años podían cruzarse los sábados en la misa de la siete. Siempre de chaleco y saco. El mismo que eligió festejar su cumpleaños 80 con una fiesta multitudinaria donde no hubo figuras de la política ni del espectáculo ni empresarios, pero sí operarios, administrativos, tamberos y fleteros. Muchos habían sido compañeros de sus hijos, sobrinos y nietos en la escuela. ¿No existen más esas escuelas donde conviven el hijo del empresario y el del empleado, no?
Para los que, como yo, nacimos en General Rodríguez, La Serenísima es mucho más que una productora de lácteos. Aunque los rodriguenses no decimos La Serenísima, decimos la fábrica, a secas. Mi papá trabaja en la fábrica, no importa si es un operario o un gerente.


Cuando yo era chica, en los 80, en la fábrica había grandes fiestas de cumpleaños para los hijos de los empleados, todos los meses. Con regalos que siempre superaban cualquier expectativa y muchos chicos soplando velitas al mismo tiempo. Muchas décadas antes de que las multinacionales comenzaran a importar políticas de recursos humanos con nombres en inglés y a hablar del work life balance, Pascual Mastellone logró que su empresa fuera una gran familia, como a él le gustaba decir.


Apenas terminaban las clases, se organizaban grandes colonias de vacaciones. Nos encontrábamos todos: compañeros de escuela, vecinos, primos. Eramos miles, todos aprendimos a nadar ahí. El todos era tan amplio que hizo que durante varios años me tocara compartir grupo con uno de los nietos de Pascual. También había grandes campamentos, el hito del verano rodriguense. En invierno, llegaban los espectáculos: durante varios años fue nada menos que el Circo de Moscú y el Luna Park actuaban a puertas cerradas sólo para nosotros. Después, venían las fiestas multitudinarias por el Día del Niño.


Entonces, una de las entradas de la fábrica estaba -y sigue estando- sobre una amplia avenida de bulevares con palos borrachos, que en primavera se llenaban de flores. Pascual Mastellone, sus hermanos y su familia vivían sobre esa avenida. Sí, sus casas estaban justo frente a la planta. Un dato que entonces no me parecía tan sorprendente como ahora. Será por las miles de veces que a la hora de la siesta, cuando todos dormían, los chicos cruzábamos esa avenida en bicicleta para llegar al club, que quedaba justo al final de la calle. Muchas veces, nos dejaban colarnos y nos esperaban con la chocolatada y las vainillas.


Durante las visitas guiadas, una película contaba que La Serenísima había comenzado con una pareja de inmigrantes italianos, los padres de Pascual, que instalados en General Rodríguez, comenzaron a vender queso mozzarella casa por casa. Pero todos ya lo sabíamos. Esa historia increíble a mí me la contó mi abuela durante años los recibía en su casa, una vez por semana, y fue siempre una clienta fiel.


Mastellone, que había nacido el 7 de agosto de 1930, tomó las riendas de esa pequeña empresa familiar en 1952, con apenas 21 años. Su intuición y espíritu emprendedor hicieron que la compañía láctea se convirtiera en una de las principales del país y la región. Y se destacó también por la introducción en el mercado del formato sachet para la comercialización de leche, el mejoramiento de los sistemas de control de calidad, los procesos de ultrapasteurización y la incorporación de fortificantes como hierro y calcio en sus productos.


A largo de su trayectoria empresaria, de más de cinco décadas, recibió numerosas distinciones, entre ellas, el premio Konex. En los últimos años, participó en todas las decisiones estratégicas de la empresa, incluida la renegociación de una deuda en 2009 y el ingreso de la multinacional Danone a la compañía, pero su enfermedad lo obligó a pedir licencia y alejarse de las decisiones del día a día.


La familia Mastellone expresó ayer en la página de la compañía su profundo dolor tras una larga y difícil enfermedad, que enfrentó con tesón, fortaleza y la energía inagotable con que encaró los distintos desafíos a lo largo de toda su vida. Y agregó: su ausencia, nos obliga a redoblar los esfuerzos para continuar su legado en un camino marcado por una impronta ejemplar, basada en la convicción, la entrega y el espíritu de lucha inquebrantable.

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