Más que tal o cual política, ¡instituciones!

Por qué han fracasado desde hace años en la Argentina las políticas de estabilización, sean de shock o gradualistas? ¿Por qué hemos destruido cuatro signos monetarios desde 1969, y el peso actual, que nació convertible, está herido de muerte? ¿Por qué predominan las inversiones no reproductivas, en lugar de los nuevos emprendimientos? ¿Por qué crecemos con empleo informal y sin erradicar la pobreza? ¿Por qué reincidimos en la cesación de pagos? Desde hace décadas intentamos dar respuestas a estos interrogantes por derecha y por izquierda subestimando las restricciones del corsé institucional que desnaturaliza los remedios y agrava la enfermedad.
Douglass North revalidó en la teoría económica el rol fundamental de las instituciones en el proceso de desarrollo. Las instituciones son las reglas de juego ideadas por el hombre para regir la interacción humana en sociedad. Tendemos a identificar las instituciones con las normas y los poderes constituidos para crearlas, ejecutarlas y aplicarlas. Esas son las instituciones formales (poderes del estado, organismos estatales, códigos, leyes); pero North destaca la importancia relativa de las informales (usos, prácticas sociales, normas consuetudinarias, organizaciones informales) en el tramado institucional que condiciona el proceso de desarrollo. Los microclimas institucionales generadores de confianza, donde se reducen los costos de negociación que genera el proceso de intercambio (costos de conocer el objeto de la transacción y de hacer cumplir compulsivamente el acuerdo) favorecen el desarrollo. Por el contrario, las instituciones que imponen altos costos de transacción deprimen el clima de negocios y frenan el desarrollo. Acemoglu y Robinson sostienen que las instituciones económicas dan forma a los incentivos económicos, pero es el proceso político el que determina bajo qué instituciones económicas se vivirá; y son las instituciones políticas las que determinan cómo funciona el proceso. No hay determinismo cultural. Una misma sociedad sujeta a arreglos institucionales diferentes tiene distintas experiencias de desarrollo económico y social. El ejemplo de las dos Coreas es paradigmático.
Aunque la Constitución que nos rige (la formal dirán algunos) establece la democracia republicana como organización política; la Constitución material que opera en la práctica es de corte populista. Y la construcción de poder político del populismo es refractaria a las instituciones de la República. La institucionalidad populista necesita la apropiación del Estado por el gobierno para corresponder objetivos distributivos clientelares y privilegiar el consumismo cortoplacista. El aumento pro-cíclico del gasto público deriva en nuevos impuestos, en la depredación de stocks de capital acumulado (infraestructura, energía) y en la inevitable recurrencia al abuso de financiamiento externo y/o inflacionario que termina en default y destruye la moneda como institución.
El populismo institucionaliza una moneda instrumental a sus necesidades coyunturales. Es medio de cambio por su curso forzoso, pero se la sobrevalua para privilegiar el consumo de corto plazo o para frenar la inflación. Los ciclos de expansión y colapso divorcian el valor del signo monetario de la productividad sistémica y las inflaciones crónicas con las consecuentes devaluaciones periódicas terminan socavando su poder adquisitivo. La institucionalidad populista también hace uso y abuso de la intervención discrecional del Estado en la economía con el consiguiente aumento de los costos de transacción. La moneda enferma y la intervención discrecional inhiben el circuito virtuoso de las 4 íes: información, incentivos, inversión, innovación. Este cortocircuito institucional reprime la generación de nuevo empleo formal, y aumenta la desigualdad y la pobreza.
Reemplazar la institucionalidad populista implica recuperar la República, volver a tener una moneda con sus atributos básicos, transformar el crecimiento en desarrollo inclusivo, y restablecer el ascensor social con una educación igualadora de oportunidades. El gran desafío que nos espera es de naturaleza institucional.
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